Sabemos que Dios concede gracias especiales en las peregrinaciones que se hacen para mayor gloria suya, y de modo especial, cuando éstas se realizan a Santuarios dedicados a la Madre de su Hijo Jesucristo.
El Santo de Monftort decía: “Cuanto más te granjees la benevolencia de esta augusta Princesa y Virgen fiel, tanto más reciamente se cimentará toda tu vida en la fe verdadera: (…) una fe viva y animada por la caridad, que te hará obrar siempre por el amor más puro; una fe firme e inconmovible como una roca, que te ayudará a permanecer siempre firme y constante en medio de las tempestades y tormentas; una fe penetrante y eficaz, que –como misteriosa llave maestra– te permitirá entrar en todos los misterios de Jesucristo, las postrimerías del hombre y el corazón del mismo Dios; una fe intrépida, que te llevará a emprender y llevar a cabo, sin titubear, grandes empresas por Dios y por la salvación de las almas; (…) y finalmente, para resistir al demonio y a todos los enemigos de la salvación ( Tratado de la verdadera devoción, 479).