“El número de los que aún no conocen a Cristo ni forman parte de la Iglesia aumenta constantemente… Para esta humanidad inmensa, tan amada por el Padre que por ella envió a su propio Hijo, es patente la urgencia de la misión”.
Las Servidoras somos esencialmente misioneras[1]. Después de un año de noviciado y tres años de estudios de filosofía, teología y sagrada Escritura, somos enviadas a algún lugar de misión.
Para nosotras, cada comunidad es una misión, no solamente aquellos lugares llamados de “primera evangelización” o los de mayor pobreza material, como en Tayikistán, Iraq, Papúa Nueva Guinea, Guyana, Tanzania, tantos países de Latinoamérica, sino también los países europeos, o aquellos del primer mundo donde hay necesidad de una fuerte re-evangelización para combatir la pobreza moral, la corrupción y todo lo que hace olvidar al hombre el verdadero fin de su existencia, que es conocer, amar y servir a Dios y así salvar su propia alma.
Atendiendo a los pedidos de Obispos[2], desarrollamos nuestro apostolado en parroquias como Francia, Irlanda, Hong Kong, New York, Kazán (Rusia), Toronto, Chile, Italia, Filipinas, Islandia, etc…, ayudando a ensalzar la liturgia, colaborando con la catequesis, la atención espiritual a los enfermos, la formación de los laicos mediante Cursos de Cultura Católica, la educación de los jóvenes con los Oratorios como lo hacía San Juan Bosco.
Tenemos misiones en lugares de rito bizantino como en Ucrania, Siberia o Sicilia, y de rito copto-católico en Medio Oriente.
Muchas de nuestras religiosas enseñan en las escuelas, otras estudian enfermería para así ayudar en las misiones y otras se dedican al apostolado con los medios de comunicación social, o la publicación de revistas, libros, sitios de internet, etc.
Existen también los llamados destinos emblemáticos: lugares o puestos de misión en donde tal vez los misioneros no vean frutos abundantes de su trabajo, de donde probablemente no surjan vocaciones y a donde, quizás, si no aceptásemos ir nosotros, nadie iría a causa de las dificultades. Sin embargo, el sacrificio silencioso de quienes allí dan su vida por Cristo no quedará sin recompensa, son una enorme fuente de bendición para todo el Instituto y para la Iglesia universal.
Dentro de estos destinos emblemáticos y más “difíciles” consideramos el apostolado en los países no cristianos como Egipto, Jordania, Iraq, Palestina, Siria, Tunes, en donde tenemos casas de misericordia y las hermanas evangelizan principalmente asistiendo a los pobres, los enfermos y los más necesitados: la caridad de Cristo nos apremia (2Cor 5,14), practicando concretamente la caridad, dando testimonio, con la certeza de que “la caridad, y solo la caridad salvará el mundo. Benditos aquellos que tienen la gracia de ser víctimas de la caridad!” (Don Orione).