El carisma es la gracia necesaria para poder llevar a cabo el fin específico que el Espíritu Santo inspiró al fundador.
El carisma propio implica «la gracia de saber cómo obrar, en concreto, para prolongar a Cristo en las familias, en la educación, en los medios de comunicación, en los hombres de pensamiento y en toda otra legítima manifestación de la vida del hombre. Es el don de hacer que cada hombre sea “como una nueva Encarnación del Verbo”[1], siendo esencialmente misioneros y marianos[2].»
Por lo tanto, «todos sus miembros deben trabajar, en suma docilidad al Espíritu Santo y dentro de la impronta de María, a fin de enseñorear para Jesucristo todo lo auténticamente humano, en las situaciones más difíciles y en las condiciones más adversas.[3]»
«Por eso, la misión, recibida del fundador y sancionada por la Iglesia, es llevar a plenitud las consecuencias de la Encarnación del Verbo, que es el “compendio y raíz de todos los bienes” (S. Juan Crisóstomo), en especial al amplio mundo de la cultura, o sea a la “manifestación del hombre como persona, comunidad, pueblo y nación” (Juan Pablo II).[4]» El carisma es el don de hacer que cada hombre sea “como una nueva Encarnación del Verbo”[5], siendo esencialmente misioneros y marianos.
Nuestros elementos esenciales
Para entender mejor nuestro carisma hemos desarrollado características propias del mismo que hemos llamado elementos no-negociables. Son los elementos que marcan a fuego nuestra espiritualidad, nuestra identidad religiosa.
La digna celebración y participación de la Santa Misa
El primer elemento no-negociable es la digna celebración y la participación digna de la Santa Misa. Es decir, para nosotros la Misa tanto el ars celebrandi como el ars participandi, son algo del todo especial. La Santa Misa es lo mejor que nos puede ocurrir cada día, y eso siempre lo tenemos que cuidar como un gran tesoro. Debemos buscar que la participación en la misma, sea cada vez más activa, más consciente y más fructuosa. Esta es la razón por la cual, procuramos de solemnizar hermosamente la Santa Misa con música sagrada, y cantos llevados a cabo por un coro.
La Santa Misa, es lo más importante del día.
Un santo decía que el día se divide en dos partes: la primera es el antes de la Misa, preparándose para la misma, y la segunda parte es el después de la Misa, en acción de gracias. De este modo lo hemos de vivir cada uno nosotros.
Una espiritualidad seria
Nos inclinamos con vehemencia, por vivir una espiritualidad no sensiblera, es decir, una espiritualidad seria, no buscando simplemente el sentir emociones superficiales, ya que, como toda emoción, son pasajeras; sino, haciendo el trabajo profundo que indican los grandes maestros de la vida espiritual, como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús: el de pasar por las noches oscuras del espíritu y del sentido, tanto activas, como pasivas, para así purificar el alma y para entonces, poder unirse más a Dios, y sobre todo, por el ejercicio de las virtudes de fe, esperanza y caridad.
Por extraño que pueda parecer a muchos cristianos de hoy, nosotros creemos que la Cruz es la que atrae almas hacia Jesucristo, como él mismo profetizó: “Cuando yo sea elevado en lo alto, atraeré a todos hacia mí.” (Jn 12,32). Y, de modo especial, eso es lo que sucede con las vocaciones de especial consagración.
La docilidad al Magisterio de la Iglesia
Docilidad del Magisterio Eclesiástico de todos los tiempos: La iglesia no es algo inventado por nosotros, ni comenzó a existir cuando nosotros nacimos. La iglesia fue fundada por Jesucristo y Él es su único fundador, Él prometió que iba a estar con nosotros todos los días de nuestra vida hasta el fin de los tiempos. Él también prometió que en la Iglesia que Él fundaba sobre Pedro, el mal nunca iba a poder prevalecer. Por eso dio a Pedro ese nombre, el cual significa que él es piedra, la solidez de la roca; la firmeza de la fe.
La Iglesia fundada sobre Pedro va a contar con la protección divina, de tal manera que, a pesar de lo que ya ha sucedido en todos los siglos, en los que han habido herejías, cismas, falsos doctores, y falsos profetas, ella sigue enseñando la misma doctrina que enseñó Jesucristo; sigue conservando su moral, sigue enseñando lo mismo que enseñó Jesucristo; y los sacramentos, son los mismos que los que instituyó Jesucristo; la interpretación bíblica, que aunque se va profundizando cada vez más, sigue teniendo el mismo sentido que en la predicación de los Apóstoles, de los Santos Padres y de los doctores de la Iglesia.
Es un misterio y una gracia otorgados por nuestro Señor Jesucristo a la Iglesia que él fundó y que nos revela la Sagrada Escritura y la inscripción artística que cada persona que entra en la Basílica de San Pedro, en Roma, puede leer en la base de la cúpula mayor: “Tú eres Pedro, sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.” (Mt 16, 18). De tal manera que esto ha de ser siempre un timbre de honor para nosotros: el estar “Cum Petro y Sub Petro”- “Con Pedro y Bajo Pedro”.
La clara intención de seguir a Santo Tomás de Aquino
Es nuestra intención seguir el magisterio de Santo Tomás de Aquino. Así lo ha mandado la santa Iglesia; incluso, el Concilio Vaticano II señala: “Téngase por maestro a Santo Tomás de Aquino.” (Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis. 1970, n.86), de modo particular, lo que se refiere a la teología y a la filosofía perenne de Santo Tomás.
Los Papas han recomendado la lectura de “La autoridad doctrinal de Santo Tomas de Aquino”, libro en donde encontramos innumerables referencias que los Santos y los Papas hacen sobre él, quienes los hacen hermosamente. Basta mencionar las siguientes citas: “Por el respeto que tuvo a los Santos Padres, de alguna manera, recibió el entendimiento de todos ellos.” Y “más aprende el hombre, estudiando un año a Santo Tomas, que toda la vida a los otros doctores.”
Por esta razón el trabajo del “Proyecto Fabro” es de gran importancia para nuestros institutos. El Padre Cornelio Fabro ha sido un intérprete cualificado de Santo Tomás de Aquino y ha sido un conocedor como pocos de la filosofía moderna. Él supo estar a un nivel superior; hizo cosas increíbles, como el aprender el danés para traducir a Kierkegaard de su lengua propia al italiano.
La creatividad apostólica y misionera
Debemos tener una gran creatividad en nuestro trabajo misionero y apostólico, para poder llegar a las almas.
Nos empeñamos en formar a nuestros jóvenes, tanto varones como mujeres, a “no ser esquivos a la aventura misionera”, como dijo ese gran misionero, Santo Toribio de Mongrovejo.
Es precisamente la creatividad la que nos hace usar adecuadamente de los mejores medios para la difusión del Evangelio. Basta señalar el hecho de la predicación de Ejercicios Espirituales, por internet. ¡Eso es creatividad misionera y apostólica! Y eso es lo que se hace, de muchas maneras y en todas partes.
La fuerte vida comunitaria y el ambiente de alegría
Intentamos vivir una intensa vida comunitaria, y vivir esa vida comunitaria en un ambiente de alegría, de sana alegría.
Este ejemplo de vida ha llamado la atención de muchas personas que han conocido nuestras comunidades y que después de observarnos han dicho: “¡Qué alegres que son!, ¡Qué alegría que tienen!”. El apóstol San Pablo nos dice repetidamente: “Alegraos, os vuelvo a repetir, alegraos”. Y, como dice Chesterton: “La alegría es el secreto gigantesco del cristiano.” Por eso, si Dios existe, ¿qué motivo puede haber para no estar alegres? él existe, ¡él Es!
Morder la realidad
¡Debemos y queremos trabajar en la inserción eficaz en el medio que nos toca evangelizar! De tal manera, que cuando trabajamos apostólicamente lo hemos de hacer sabiendo llegar al concreto. Por ejemplo, lo que hacemos en una misión popular: buscamos que el pueblo cambie, que todas las personas, verdaderamente se alegren; que todos se sientan mejor; que todos, en la medida de lo posible, se acerquen a Dios, nuestro Señor; que crezcan más en la devoción; que retomen los buenos y santos propósitos que tenían.
Misiones emblemáticas
Esto consiste en la elección de los “puestos de avanzada” en la misión. En amplios ambientes, como en América latina, en donde tuvo lugar la evangelización, pero, desafortunadamente, de un modo muy superficial, ‘muy de barniz’. Y esto debido a la falta de la vida contemplativa tanto masculina como femenina. Estas son las formas de vida consagrada que, de una manera muy clara y evidentemente, muestran lo esencial del Evangelio, que no es otro que, el buscar lo único necesario, que es amar a Dios, y por amar a Dios, amar al prójimo. Esta es la razón por la cual Santa Teresita del Niño Jesús es patrona de las misiones. Santa Teresita hizo más por las misiones con su oración en su convento, que los mismos misioneros.
Contamos con la gracia de tener los llamados “destinos emblemáticos”, es decir, misiones en lugares que, en este momento tienen una gran falta o crisis de vocaciones, realidad que se da en todas partes. Es lo que sucede en países de Asia Central o en algunos países de África en donde recién ahora está llegando la evangelización.
Para poder responder a estas necesidades de la Iglesia, se ha de tener también las otras fundaciones donde se susciten vocaciones a la vida consagrada, es decir, ha de haber un cierto equilibrio, el cual brota del hecho que, en primer lugar, y siempre hay que repetirlo: la vocación es un don de Dios; don quiere decir regalo. La vocación religiosa es un regalo de Dios; por lo tanto, hay que agradecerlo y sobre todo hay que mantener las razones por las cuales uno sospecha que Dios nos bendice con tantas vocaciones, y de este modo, poder seguir haciendo el bien. Si nos llegase a faltar vocaciones a la vida religiosa, no se podría hacer lo que, por gracia de Dios, se está haciendo.
Lo primero, lo fundamental y lo sustancial que suscita la vocación a la vida consagrada es la Cruz de Cristo. Si se le ofrece a un joven un lugar en donde pueda crucificarse por Cristo, lo cual le va a dar frutos excepcionales, el joven lo va a elegir.
Las obras de misericordia
El noveno elemento no negociable son las obras de misericordia, sobre todo con los pobres y los discapacitados. Dios nos bendice muchísimo porque nosotros atendemos a sus pobres. Mientras que atendamos a los pobres Dios seguirá mandando vocaciones, porque es Él el primer interesado en que se atiendan a los pobres. Por eso dice Jesús “Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa.” (Mt 10, 42).
La visión providencial de toda la vida
Somos hijos de Dios. Dios es nuestro Padre, infinitamente bueno. Dependemos de Él. Él alimenta las aves del cielo, Él hace florecer los lirios del campo, ¡cuánto más, hará por nosotros! ¿cómo no nos va a alimentar a nosotros? ¿cómo no nos va a dar lo necesario para vestirnos?
El libro de la Sabiduría 11, 20, nos dice: “tú todo lo dispusiste con medida, número y peso.” Todo lo que sucede, sucede según el número, peso y medida de Dios. ¡Es Dios quien maneja los hilos de la historia!
La confianza en la Divina Providencia, nos hace vivir con la pobreza propia de la vida religiosa, con gran alegría, sin tener preocupaciones mundanas y es lo que, sin lugar a dudas, da frutos. Él lo ha dicho “¡Iréis y daréis fruto en abundancia!” Y no simplemente ‘algunos frutos’, sino ¡frutos en abundancia!
La devoción a la Santísima Virgen María
Nuestra congregación nació bajo el manto de la Santísima Virgen María; ha crecido bajo el manto de la Virgen María; se ha desarrollado bajo el manto de la Virgen María y perdurará bajo el manto de la Virgen María.
Nunca debemos olvidarnos que en el primer Viernes Santo de la historia ¡Jesucristo nos entregó a su Madre por Madre nuestra! Esta es la razón del cuarto voto de consagración en esclavitud de amor a la Virgen Santísima, quien nos ha protegido maravillosamente y nos seguirá protegiendo.
“¡Es de buen nacido, saber agradecer y reconocer que Ella es nuestra Madre!”