El Padre Carlos Miguel Buela funda este Instituto con el “único anhelo de darle a Jesucristo esposas según su Corazón”, es por eso que la vocación principal de las religiosas es la de ser esposas de Cristo y madres de las almas a través de los votos de su consagración.
Aspiramos a consagrarnos a Dios por la profesión de los consejos evangélicos, formando un instituto religioso, emitiendo votos públicos, viviendo una vida fraterna en común, con un apartamiento propio de los religiosos, de modo tal, que todos los miembros puedan tender a la perfección de su estado[1]. [2]
La vida religiosa, por la cual nos entregamos totalmente al servicio de Dios, en lo cual está la perfección del hombre, consiste principalmente en el cumplimiento de los tres votos de castidad, pobreza y obediencia, impulsados por la caridad.[3]
Castidad por el Reino de los cielos (Mt 19,12); pobreza, vende cuanto tienes (Mc 10,21); y obediencia, es mejor que los sacrificios (1 Re 15,22), para seguir más íntimamente al Verbo Encarnado en su castidad, pobreza y obediencia.[4]
En el marco de este anonadamiento de Cristo en su Encarnación Redentora nace para cada alma consagrada “Su fidelidad al único Amor que se manifiesta y se fortalece en la humildad de una vida oculta, en la aceptación de los sufrimientos para completar en la propia carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo (cf. Col 1, 24), en el sacrificio silencioso, en el abandono a la santa voluntad de Dios, en la serena fidelidad incluso ante el declive de las fuerzas y del propio ascendiente. De la fidelidad a Dios nace también la entrega al prójimo”[5]»[6].
Es nuestra intención manifestar nuestro amor y agradecimiento a la Santísima Virgen, pidiendo obtener su ayuda imprescindible para prolongar la Encarnación en todas las cosas, mediante la profesión de un cuarto voto de esclavitud mariana según San Luis María Grignon de Montfort.
“Por eso es que es muy importante, no solamente para la Iglesia,sino para la sociedad, lo que estas jóvenes hacen; porque ellas, al comprometerse con los votos perpetuos, se comprometen en primer lugar a desarrollar en sí mismas todo el genio femenino, lo propio de la mujer. Además, el hacer los votos significa que se desposan con Jesucristo. Se desposan ¿para qué? Para tratar de amores con Jesucristo, el Divino Esposo. Ese es el trabajo de la monja, de la religiosa. Y pedir por todos, por todos los hombres y mujeres, ¡tantas necesidades que tenemos! Se necesitan almas así, que sean nuestros pararrayos, que sean como imanes que atraen la bendición de Dios sobre nosotros, sobre nuestra familia, sobre nuestra Patria. Y también para que sean madres: madres de los hijos de Cristo, a tiempo completo.”
(Padre Carlos Miguel Buela, Servidoras 4)
[1] Cf. CIC, c. 598, inc. 2.
[2] Cf. SSVM Constituciones 21
[3] Cf. SSVM Constituciones 48
[4] Cf. SSVM Constituciones 6
[5] Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata,
[6] Directorio de Vida Consagrada, nº 230.