Queremos compartir con todos Uds. la alegría de tener un miembro más en el cielo, en este caso es una señora de nuestro Hogar de discapacitadas “San Camilo de Lellis”.
Carmen Ordoñez llegó al hogar hace 15 años, cuando la Madre María de Luján acababa de fundar el hogarcito con un niño, Paquito, que unos años más tarde falleció. Carmen sufría de epilepsia junto un retraso mental severo, pero a pesar de esto era una persona muy activa, siempre dispuesta a ayudar a las hermanas en los quehaceres diarios.
Con los años fue decayendo mucho su salud y junto con esta su actividad, al punto que en los últimos años sólo podía estar unas pocas horas levantada. Hace unas semanas tuvo que ser operada del estómago. Si bien se recuperó de la operación, pocos días después contrajo una neumonía, por la cual finalmente murió en la noche del 10 de enero, día en que en México fallecía la Madre Mater Mundi, también ecuatoriana. En el mismo día entraron en el cielo dos intercesoras para nuestra Familia Religiosa
Quisiera remarcar dos cosas que me parece importante dar a conocer acerca de la enfermedad y muerte de nuestra querida en ser de ayuda para todos.
La primer cosa para destacar es que el día que el Padre fue a darle la unción, antes de ser operada, la Madre Coronación le preguntó si estaba ofreciendo todos sus sufrimientos por los Sacerdotes y por la Iglesia y ella respondió afirmativamente, con mucha seguridad y con plena conciencia.
Además, quiero resaltar su espíritu de gratitud hacia las Servidoras. Ella era feliz viviendo con las Servidoras, repetía constantemente: “Yo estoy aquí con las madrecitas” y ante la mera posibilidad de que se tuviera que separar de las hermanas, ella se preocupaba mucho. Cuando le preguntábamos si querría mudarse al hogar nuevo que está en construcción, nos respondía: “sí, pero con las madrecitas”. Ella no quería que nadie que no fuera hermana la atendiera, por eso se mostraba reacia hacia las voluntarias y también hacia las postulantes porque no las veía con el hábito. Carmen podía pasar horas sentada cerca de una hermana, solo mirándola. Quizás ella con su alma simple percibía ese gran misterio que encierra el alma de una religiosa, expresado de este modo en nuestras Constituciones: “La religiosa sobre todo debe ser madre, ya que engendra hijos por la cruz, por la oración, por el celo apostólico, por el ejemplo, por el anuncio” (Const., 119).
Creo que Dios tuvo la delicadeza de llevar a Carmen al Cielo inmediatamente después de la M. Mater Mundi, como indicando la plena felicidad que va a tener en el Cielo al encontrarse con quienes desempeñaron el papel de madres en la tierra y con quienes ella se sentía tan segura y tan feliz.
Cabe señalar que un primer fruto de la intercesión de Carmen lo vimos en su misma familia, que se reunió para esta ocasión, participando de la Misa y viviendo en clima de oración durante todo el velorio, sobre todo rezando el Santo Rosario. Su misma familia percibía esta relación de particular cariño que existía entre Carmen y nosotras. Tanto es así que después del entierro todos sus hermanos se acercaron a nosotras para agradecernos por lo que habíamos hecho por su hermana, reconociendo que nosotras habíamos sido su familia y que ella había estado siempre feliz con nosotras.
¡Así es que en un día Dios nos dio dos intercesoras en el Cielo! Esto nos anima a confiar más y a atrevernos a pedir más gracias para nuestra Misión y para todo el Instituto. Especialmente las que tuvimos el honor de atenderla aquí en la tierra, le pedimos su intercesión ante el Señor para que nos ayude a crecer más y más en la maternidad espiritual.
M. Ascensión.