Bajo el lema “Laudato Si” las hermanas María Madre Celestial y María Czestochowa (Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará) pudieron participar de la peregrinación a Asís que fue guiada por nuestro Arzobispo Jean-Claude Hollerich y en la cual participaron 80 jóvenes y algunos dirigentes.
San Francisco pertenecía a una familia rica —su padre era comerciante de telas— y vivió una adolescencia y una juventud despreocupadas, cultivando los ideales caballerescos de su tiempo. A los veinte años tomó parte en una campaña militar y lo hicieron prisionero. Enfermó y fue liberado. A su regreso a Asís, comenzó en él un lento proceso de conversión espiritual que lo llevó a abandonar gradualmente el estilo de vida mundano que había practicado hasta entonces. Se remontan a este período los célebres episodios del encuentro con el leproso, al cual Francisco, bajando de su caballo, dio el beso de la paz, y del mensaje del Crucifijo en la iglesia de San Damián. Cristo en la cruz tomó vida en tres ocasiones y le dijo: “Ve, Francisco, y repara mi Iglesia en ruinas”. Y desde ahí empezó el proceso de su conversión.
Empezamos nuestro viaje el día 17 de Julio por la noche y llegamos a la mañana siguiente a las tierras de San Francisco de Asís. En la tarde del 18 hicimos una caminata de una hora y cuarto hasta la basílica de San Francisco en la cual tuvimos la Santa Misa en una de las capillas.
El día 19 comenzamos la caminata que duraría cinco días por montañas, rutas, caminos pedregosos y secos, para visitar los distintos lugares del “camino de Francisco” que son lugares donde sucedió algún acontecimiento importante en la vida de Francisco, algunos de los cuales son de mayor importancia en su proceso de conversión y en la evolución de la Orden de los franciscanos.
Nos dividimos en tres grupos pequeños y un cuarto grupo de seis jóvenes que hicieron el camino en bicicleta. Cada día bajo un intenso calor de 38 grados teníamos como meta visitar distintos lugares como: Foligno, El Valle de Rieti (la región tiene 4 santuarios: Fonte Colombo, la Floresta, Poggio Bustone y Greccio donde él celebró la Navidad de forma inusitada y con un gran fervor: prepara un pesebre viviente), Speco di Francesco y Spoleto.
A lo largo de todos los caminos pudimos contemplar paisajes hermosos que nos hicieron entender el amor de Francisco a la creación y por medio de él pudimos comprender que en la creación se despliega la sabiduría y la benevolencia del Creador. Él entiende la naturaleza como un lenguaje en el que Dios habla con nosotros, en el que la realidad se vuelve transparente y podemos hablar de Dios y con Dios[1]. “Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición”.[2] Fueron días de muchas gracias y sacrificios ya que cada uno de los peregrinos tuvimos que vencer el cansancio, el calor, pero la satisfacción de haber podido alcanzar la meta y las Santas Misas al final del día en los distintos lugares que pasó Francisco, nos alegraba a todos.
El 29 por la tarde tuvimos la Misa en la cripta de Santa Maria degli Angeli y cuatro jóvenes recibieron el sacramento de la Confirmación, en la homilía nuestro Arzobispo nos habló de los dones del Espíritu Santo y dijo que el Espíritu Santo nos ayuda a encontrar y tomar la decisión acertada en nuestra vida.
Durante la segunda semana nos quedamos cerca de Santa Maria degli Angeli en donde tuvimos las Misas todos los días y desde allí salíamos a visitar las iglesias de: Rivotorto, la Basílica de San Francisco en la cual tuvimos un día la liturgia penitencial que fue de muchos frutos, casi todos los jóvenes se acercaron al sacramento de la Confesión. Visitamos también Santa Clara, San Damián, Eremo delle Carceri, Chiesa Nuova, S. Rufino, S. Pietro.
El día 30 por la tarde con un grupo de 18 personas pudimos disfrutar de una de las vistas más bellas del viaje, subimos el monte Subasio para ver la puesta del sol, a la cual llegamos justo a tiempo. Dormimos al aire libre contemplando las estrellas y la luna y a las 5 de la mañana nos despertamos para esperar la salida del sol que empezó a mostrarse a las 6. Después de este espectáculo de la naturaleza, nos unimos al grupo luego de tres horas y media de caminata y por la tarde tuvimos la Santa Misa y emprendimos nuestro viaje de regreso a Luxemburgo.
Que la Virgen María, a la que Francisco amó tiernamente, nos haga comprender que el secreto de la verdadera felicidad es precisamente llegar a ser santos, cercanos a Dios. Y demos gracias por todos los beneficios recibidos durante todo el viaje.
Hermana María de Czestochowa, SSVM
[1]- Mensaje del Papa Benedicto para la XLII Jornada mundial de la paz