Niño, que hieres mi corazón hasta morir:
Yo no tengo la voz de un ángel,
ni sé lo que ve María.
Solamente tengo mi corazón, que Tú conoces.
Ni siquiera tengo un lugar caliente para ofrecerte;
El oro, incienso o la mirra, no son mi regalo.
Mis manos están vacías y con callos.
Solo con amor puedo cubrirte y darte calor.
¡Qué ha hecho de Ti Tu amor incomprendido!
Ahora duermes y sueñas haber sido rechazado
por la humanidad, que tanto te ha enamorado.
¡Clama amor el Creador!
Y si un sueño te viniese a molestar por la noche
estoy yo aquí, velando por Ti.