SSVM Noviciado Monseñor Erba: Una sonrisa que enseña a amar

Monseñor Erba: Una sonrisa que enseña a amar

SSVM Noviciado Monseñor Erba: Una sonrisa que enseña a amarEl 29 de marzo, Domingo de Ramos, después de haber participado de la Santa Misa presidida por el Santo Padre en San Pedro, las novicias del Noviciado “Madonna di Loreto” tuvimos el honor de visitar a Mons. Erba, en su casa religiosa en Roma. Fue maravilloso para nosotras el poder conocer a un hombre que ha sabido uniformar su naturaleza humana a la vida divina en modo tan manifiesto de poderlo llamar, en mi opinión, como a San Juan XXIII: la “Sonrisa de Dios”.

La visita inició cerca de las 17:00 hs., con la acogida amable y profunda de la sonrisa que distingue a Monseñor Erba y que, a pesar de sus sufrimientos y dificultades, nunca falta en sus labios que nos cuentan, solo con mirarlo, la historia de una vida vivida llevando alegremente la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.

Tomando “cómodamente” asiento en el salón de su casa, cansadas y acaloradas por la intensa mañana, pero con muchísimas ganas de enriquecer nuestro espíritu con las historias de su experiencia de vida, comenzamos a escuchar atentamente todo lo que nos contaba. Nos edificó especialmente el amor ferviente con el que, a pesar de sus tantos años de vida religiosa, hablaba de San Antonio María Zacarías, fundador de su Congregación: los Clérigos Religiosos de San Pablo (o Barnabitas). Deseoso de encarnar y de vivir, hasta su último respiro, el carisma de su Santo Fundador, fue para nosotros un gran ejemplo de fidelidad, estable y constante, a la voz del Espíritu de Dios.

SSVM Noviciado Monseñor Erba: Una sonrisa que enseña a amarCada vez más entusiasmadas de escuchar las perlas de sabiduría que tenía para decirnos, con su voz baja y sus palabras “un poco entrecortadas”, que a pesar de todo no le impedían dialogar con énfasis y amor, comenzamos a hacerle preguntas sobre su vida, su participación en las causas de canonización de numerosísimos santos, su Ordenación sacerdotal y episcopal (de las que hemos tenido el privilegio de ver fotografías en dos álbumes traídos por su fiel secretario Hno. Gianfranco Vicini)… Entre té y galletitas aprovechamos para preguntarle qué cosa le había impresionado más del Padre Buela y qué consejo podía darnos para perseverar en la vocación. Con su humor y su sonrisa propias, con gran amor de Padre, nos confió que lo que más le había impresionado del Padre Buela era su gran celo apostólico y que el mejor modo para perseverar en la vocación es ¡vivir la vida religiosa carismáticamente!… ¡Era de esperarse en un tan ferviente promotor de su propia regla, que nos aconsejase vivir según el carisma de nuestro propio instituto!

A imitación suya esperamos poder atesorar todo lo vivido esa tarde y ser fervientes religiosas, que lleven a Cristo al mundo según la espiritualidad de nuestro fundador.

Con el espíritu propio del noviciado no podíamos no terminar nuestra visita al son de la guitarra, piano, castañuelas y clarinete, entre las voces alegres de dialecto segnino, del swahili, y del “ya famoso” himno del noviciado.

Habiendo visitado la Iglesia en la que Monseñor Erba recibió su Ordenación Sacerdotal y la capillita del Santo Rosario, situada al interno de la casa religiosa, entre las maravillosas pinturas de los Santos Misterios de la Vida de Cristo, después de la bendición de Monseñor Erba, nos despedimos dando gracias a Dios e invocando la protección de María Santísima con las notas del Ave Maria de Arcadelt.

Enriquecidas y colmadas de la gracia que Dios, por su bondad, ha querido derramar sobre nosotras a través de este encuentro, esperanzadas de que a esta visita le seguirán otras… regresamos a nuestro amado noviciado.

Queremos agradecer a Mons. Erba por habernos dedicado su tiempo con tanto amor y alegría, al Hno. Gianfranco por su acogida y disponibilidad, a la Hna. María Zell por su generosidad y por el gran ejemplo apostólico demostrado junto a Mons. Erba, a nuestra Madre Superiora, Madre María de Jesús Doliente, por habernos concedido tomar parte de una experiencia que nos ha enriquecido tanto y de la que pedimos a Dios nos obtenga abundantes frutos para crecer en caridad y santidad… porque, como dice Mons. Erba, “para ser santos hay que… quererlo!”

Sr. Maria Celeste di Lourdes