El Verbo Encarnado, Nuestro Señor Jesucristo, al asumir la naturaleza humana, se unió en cierto modo a todo hombre, así también nosotros queremos obrar en nuestra vida y en nuestros apostolados, de tal suerte que ninguna obra de apostolado nos es ajena, precisamente porque nada de lo auténticamente humano nos es ajeno.

De manera especial, queremos dedicarnos a la predicación de la Palabra de Dios en todas sus formas. En el estudio y en la enseñanza de la Sagrada Escritura, la Teología, los Santos Padres, la Liturgia, la Catequesis, el Ecumenismo, el diálogo interreligioso, etc. A la realización de misiones populares, ejercicios espirituales, educación y formación cristiana de niños y jóvenes y obras de caridad con los más necesitados (niños abandonados, minusválidos, enfermos, ancianos), etc. En la publicación de revistas, tratados, libros, etc.

Nos urge ejercer el apostolado en los llamados “areópagos modernos”. Entre estos nuevos ambientes se encuentra, en primer lugar, el mundo de la comunicación, del cual depende en gran parte la labor de la evangelización de la cultura moderna.

Sin dejar de lado, el vastísimo areópago de la cultura, de la investigación científica, de las relaciones internacionales que favorecen el diálogo y conducen a nuevos proyectos de vida, el compromiso por la paz, el desarrollo, los derechos del hombre, etc. y el ansia de interioridad y de oración.