Hay fechas, días, momentos en que el alma se prepara con una especial dedicación para algo “muy grande”.
En el monasterio, con los años, noté que esto me sucedía especialmente para los tiempos de cuaresma- pascua, para el de adviento- navidad y para el mes de junio, en el que la liturgia nos hace revivir, desde Pentecostés, los misterios hondísimos de Dios: la Santísima Trinidad escondido en el alma; el Corpus Christi, Jesús en la Eucaristía que, ese día, sale del Sagrario “contento como un héroe a recorrer su camino” para caminar con nosotras bajo el palio de nuestro cielo que lleva los colores del manto de la Virgen de Luján; el Sagrado Corazón de Jesús, herido por nuestro amor, reclamando más amor y gratitud de los hombres; el Nacimiento del más humilde entre los más grandes hombres que preparó los caminos del Señor, San Juan el Bautista; el martirio de los santos Pedro y Pablo, dos almas gigantescas, magnánimas en la entrega de sus propias vidas, hasta la sangre, por Nuestro Señor Jesucristo…
Y en un mes, darse todo el tiempo, que uno quisiera no pasase, para ver las personas, oír lo que hablan, mirar lo que hacen, terminando con un amoroso coloquio, tan íntimo cuanto más nos penetra el misterio…
Noté además que no puedo vivir bien el mes de Junio, si no hubo una encarnación un 25 de marzo, un nacimiento un 24 de diciembre y una muerte en Pascua, porque estas fechas marcan la historia y el espacio prolongándose en la historia y lugar de cada alma y en particular, la historia de mi vida y de mi vida consagrada al amor de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, del Verbo Encarnado, en el espacio de un monasterio.
Y no puedo vivir bien el mes de Junio si no celebro las fiestas en la certeza que nos da la fe, en la confianza que nos da la esperanza, y en la devoción amorosa que nos da la caridad…
…¡Porque nuestra fe, nuestra esperanza, nuestra caridad,
es una Persona, un acontecimiento, es Jesucristo!
En la soledad y silencio de la celda, con las Escrituras siempre abiertas para beber en ellas como en una fuente inagotable, conozco el misterio que celebraré en la Liturgia personal y comunitaria, especialmente en la Santa Misa, para volver de ella al recogimiento de la celda llevando en mi pecho al Autor de todas las solemnidades de Junio.
La breve liturgia de esas solemnidades vividas en un día de nuestro tiempo son el anticipo de lo que veré y poseeré eternamente en el cielo.
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¡Grito del Verbo!, silencio de los siglos, palabra muda más elocuente que todos los discursos…
¡Caja de música!
¡Cristalina risa!, de todo corazón alegre.
¡Vivo te veo en el Sagrario… llenando mi silencio!
¡Soledad acompañada!
¡Dios en mantillas!, Cristo diminuto e infinito.
¡Templo, casa, patio, escuela, regazo!, lugar de rezo, de cobijo, de júbilo, de sabiduría, de amor sin límites.
¡Vivo te veo en el Sacramento… llenando mi celda!
¡Gloria a Ti, Cristo, nuestro contemporáneo!
¡Punto de unión y cita del siglo y del minuto!
¡Gloria a Ti, Cristo, Verbo eterno!
¡Vivo te veo en el ostensorio… llenando mi tiempo!
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¿Qué decir o cómo expresar lo que el alma no puede abarcar porque está en contacto con aquella divina Realidad que escapa al tiempo y al espacio?
Todos estos pensamientos venían a mi mente mientras seguía entre cantos e himnos al Santísimo Sacramento el dia del Corpus Christi por los amarillos senderos de la finca del monasterio una fría mañana de Junio. Lo miraba a El, reducido por amor mío, al tiempo y al espacio de su presencia eucarística y pensé que aquella custodia se prolongaba en el tiempo y en el espacio de mi pequeña de celda.
Entonces adoré al que, por un día del mes de Junio, salió del sagrario POR MI y vino a mi encuentro recordándome aquel primer encuentro de mi vocación…
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¡Cuánto debemos agradecer al padre Buela que nos haga amar y valorar siempre más la Santa Misa, la santa Eucaristía, porque en ella revivimos los misterios que animan desde muy profundo el misterio de nuestra consagración religiosa!
“Por eso, si esto les basta para entender lo que dijo Nuestro Señor: Haced esto… -la Misa, la Eucaristía- y cada uno de ustedes aprende a participar cada vez de manera más consciente, de manera más activa y de manera más fructuosa en la Misa, ¡bendito sea este día y todos los días que se han de seguir!, porque habrán aprendido lo más importante que el hombre – varón y mujer- tienen que hacer sobre la tierra, que es rendir culto a Dios y así aprender el sentido de la fiesta, de ese alegrarse en el amor que es la fiesta, de ese reconocer todos los beneficios, todas las grandezas, todas las bondades que hay en la creación… Y también, sí, el hecho de que Dios me haya creado a mí… De que Dios me haya amado y que yo sea de verdad su hijo, de que Cristo haya muerto por mí en la cruz, de que sea templo vivo del Espíritu Santo, de que pueda llamar a la Virgen mi madre, de que pueda recibir al Señor en la Eucaristía.”
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Y si en la celda hay un lápiz y un papel en blanco tengo lo necesario para desahogar mis pensamientos del mes de Junio encerrados en el Sagrario:
Ah, dichosa alma que caminas
por el sendero callado y solitario
del amante que se llega hasta el Sagrario
para adentrarse en soledad divina;
mira que el solo Amor que tu suspiras
está dentro de ti, enamorado.
En soledad callada, en soledad perdida
encontró el alma a quien buscaba
ya tiene a Dios, quien solo basta
para vivir solo en su compañía
sola y callada vivió su misa,
y ahora es hostia, por Dios, muy bien guardada.
Dios quiera que todos los sacerdotes de nuestra pequeña Familia religiosa nos traigan cada día al Señor sobre el altar donde el espacio es inconmensurable y el tiempo es eterno.
Junio 2017
Hna. María de las Virtudes