Servidoras - Profesión de los votos perpetuos en Egipto

Servidoras – Profesión de los votos perpetuos en Egipto

Queridos todos:

Voy a tratar de contarles, en unas cuantas líneas, lo que vivimos en nuestra misión el pasado 14 de Septiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz. Este año, para nosotras, la preparación para la Solemnidad tenía un tinte especial debido a que, por gracia de Dios, seis de nuestras hermanas harían su profesión perpetua y por esto ¡queríamos hacer una gran fiesta!

Los preparativos eran muchos, tanto para la liturgia como para los festejos. Por esto, todo el mundo se puso trabajar de lo lindo, grandes y chicos. Cada una ayudaba con lo podía o se le pedía y así se palpó un clima muy lindo de familia, porque la fiesta era de “Todas”, y  todas tenían parte activa en ella. El lugar que cada una ocupaba era de vital importancia para que todo se desarrollase en alegría y sobre todo para que todo marchase debidamente: sea en la cocina o en la liturgia o cuidando a las niñas, o a las discapacitadas; ¡en cada lugar las hermanas eran irremplazables!

Como les decía, seis de nuestras hermanas hicieron sus votos perpetuos, ellas son: Maria Trifuza, (nombre  copto = Maria Dulcísima), pertenece al Monasterio de Pontinia, Italia; Maria Agaby (nombre copto= Caridad) , quien actualmente es bedel del Noviciado “Santa Tais”, Egipto; Mariam Salwa al Qulub (nombre árabe = Consuelo de los corazones), estudiante en Tuscania, Italia; MariamKhadimatA-Rab:  (nombre árabe= Servidora del Señor), que desempeña su misión en el  Hogar de Discapacitadas “Beata Caterina Troiani”, Egipto; Mariam Arza al Lubnan (nombre árabe = Cedro del Líbano) pertenece al Monasterio de Velletri, Segni y Mariam Raja Al-kinisa (nombre árabe= Esperanza de la Iglesia) que ha sido destinada a la Misión de Anjara, en  Jordania.

Servidoras - Profesión de los votos perpetuos en Egipto - Padre Orell

La Santa Misa se celebró en Rito Latino con mucha solemnidad, en la Basílica “Notre Dame”, en Heliópolis, el Cairo. Fue presidida por el Rev. Padre Tomas Orell, IVEy concelebrada por nuestros padres y algunos sacerdotes pertenecientes al clero diocesano. Participaron numerosos familiares y amigos de las hermanas, que habían venido desde distintos lugares de Egipto, algunos realizando un viaje muy largo y sacrificado.

En la prédica, el Padre Tomás se refirió a la actitud que debe tener una verdadera Esposa de Cristo, que debe amar todo lo Él que amó en la Cruz y despreciar todo lo que Él despreció en ella.

En el momento en que las hermanas leían la profesión de votos, me vinieron a la mente los versos de Jauja: “echando a un solo dado mi vida y mi fortuna”. ¡Sí!, en aquel acto de consagración, ellas dejaban todo: familia, riquezas, honor y a sí mismas, para seguir “al Cordero donde quiera que vaya”. Contra el mundo que les decía:“si eso fuera seguro con su prueba segura”, “pero arriesgarlo todo sin saber es locura […]”. ¡Sí!, a la ojos del mundo era una locura; sin embargo la locura de la cruz es más sabia que la sabiduría de los hombres y ellas le estaban manifestando al mundo, por la profesión de los consejos evangélicos, que hay Alguien mucho más grande que cualquier bien de esta tierra: Nuestro Señor Jesucristo, por el cual vale la pena dejarlo todo. ¡Sí!, era un salto loco para el que no tiene fe, pero para nosotros vivir es Cristo y la muerte una ganancia (Flp 1, 2).

¡Cuán grande, cuán luminosa y cuán  hermosa es la fe!, y por eso, reinaba una gran alegría y paz, porque veíamos la consagración con ojos de fe. La gente manifestaba la alegría con aplausos y la zarghuta (especie de grito típico egipcio, que hacen cuando hay una fiesta), que si bien no es algo muy litúrgico, sin embargo expresaba bien que ahí se estaba viendo una realidad muy grande que sobrepasaba cualquier alianza humana: poner sólo en Dios nuestra garantía de vida. A mí se me hacía un nudo en la garganta con solo pensar que también en el Cielo Dios, la Virgen, los Ángeles y los Santos hacían fiesta y se regocijaban por las nuevas esposas de Cristo.

Servidoras - Profesión de los votos perpetuos en Egipto - Fiesta

Acabada la ceremonia tuvimos el almuerzo festivo, que estuvo muy divertido. Queríamos que todo estuviese bien puesto, dada la importancia de la ocasión. Habíamos pensado todos los detalles delicadamente. Empezamos muy bien nuestra mañana, estábamos haciendo muy eficazmente nuestro trabajo, pero cuando ya habíamos armado todas las mesas y acomodado todos los lugares, llegó el encargado del salón que nos obligó a sacar las mesas y sillas que ya habíamos puesto, para poner una alfombra, porque él también quería colaborar para que todo fuese extraordinario. Nosotras nos miramos nerviosas, pero era difícil negarse, porque era un viejito que de verdad quería ayudarnos, así que tuvimos que mover todo. Después de este pequeño contratiempo, cuando todo estaba dispuesto en número, peso y medida para los invitados, por razones ignoradas, en vez de 200 personas nos dimos cuenta que había unas 300 personas, ¡oh! ¡pequeña sorpresa!, empezó a llegar gente y el salón se empezó llenar y a llenar y  se seguía llenando y parecía que la gente no se acababa más. Dejaron de entrar cuando no hubo más lugar ni para estar parados. Se quedó gente afuera cumpliéndose así las “palabras proféticas” de la encargada del servicio, que cuando entró a la Iglesia movía la cabeza diciendo: “toda esta gente no va entrar”.

Fue así que se hizo un desbarajuste de los más divertido, especialmente en el servicio. Faltaba de todo: sillas, mesas, cubiertos y especialmente lugar, todo esto sumado a una multitud de gente que no había manera de organizar. Pero cuando no puedes contra ellos, como dice el dicho, úneteles, o más bien ellos se unieron a nosotros; el caso es que empezaron ellos mismos a servirse y se hizo un grupo de servicio muy entretenido y todo al ritmo de un gran grito de guerra: ¡al que le falte que le den! Y así, circulaban de aquí para allá vasos, sillas, pan, comida, agua, etc. El servicio no daba abasto, de tal manera que no teníamos manos para servir la comida y la gente se abalanzaba delicadamente sobre nuestras ollas, por lo cual no nos quedó más remedio que también delicadamente servir el arroz con vasos de plástico para agilizar el trámite.

Quiero que sepan que las hermanas sentadas eran pocas y ellas mismas de tanto en tanto se tenían que levantar para hacer lugar o para colaborar con el servicio. Hubo como un instinto, no sé si definirlo de hermandad o de supervivencia, que nos decía a todos que aunque no figurásemos en la lista de servicio, teníamos que ayudar. Este panorama puede parecer bastante desalentador y ustedes bien pueden estar relacionándolo con un dolor de cabeza (que por supuesto tuvimos después). Sería justo calificarlo humanamente como un fracaso rotundo, sin embargo el fruto que dio fue de lo más gracioso, pues ellos se fueron muy felices, agradeciendo todo, tal como nos decía una de las mamás de las neo-profesas: “qué importa el resto, la alegría que tengo es porque  mi hija ahora es Esposa de Cristo, vine para eso, la vi y ahora me voy contenta”. No dejo de agradecer a Dios que escribe recto sobre renglones torcidos y actúa a pesar nuestro.La fiesta se desenvolvió, después, “regularmente” con el tradicional fogón, donde se presentaron algunos cantos en árabe.

Repasando lo escrito, veo que puede parecer un relato un poco trivial, pero espero que sepan disculparme y comprender que aquí preparar una fiesta grande es algo extraño; tener a tantos cristianos reunidos y poder servirlos no sucede todos los años, por eso para nosotros ¡es un gran acontecimiento! Desde mi llegada a la misión, hace tres años, es esta la primera vez que tengo la gracia de participar en algo tan grande. Y me doy cuenta que a todos nos golpeó esta realidad, ya que nos pasamos una semana hablando sobre lo linda que estuvo la Misa y lo buena que estuvo la fiesta y por eso quise escribirlo.

Agradezco, en nombre de todas, la entrega generosa hecha a Dios por los padres de las neo-profesas y aprovecho también la oportunidad para agradecer a los padres del IVE por la ayuda incondicional que nos han prestado en estos días y que siempre nos prestan. De un modo particular con la liturgia.

Sin más que contarles, dando muchas gracias a Dios por los innumerables beneficios recibidos y esperando que recen todos por la fidelidad de las hermanas a Jesucristo y al carisma de la Congregación, me despido de ustedes.

¡Viva la Misión!

Maria Filia Patris Lizárraga