Vita Consecrata 7 de 10 Los Votos y la Vida Comunitaria

El séptimo vídeo de la serie, Vita Consecrata: Vita Consecrata 7 de 10 Los Votos y la Vida Comunitaria – # 92 de Vita Consecrata

El texto completo de Vita Consecrata: Exhortación Apostólica Postsinodal Vita Consecrata del Santo Padre Juan Pablo II

Sobre las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, hermanas misioneras católicas: Las Servidoras

Transcripción de Vita Consecrata – 7 de 10 – Vita Consecrata 7 de 10 Los Votos y la Vida Comunitaria

De Vita Consecrata (1996), # 92 © 1996 – Libreria Editrice Vaticana

92. Este testimonio de las personas consagradas tiene un significado particular en la vida religiosa por la dimensión comunitaria que la caracteriza. La vida fraterna es el lugar privilegiado para discernir y acoger la voluntad de Dios y caminar juntos en unión de espíritu y de corazón. La obediencia, vivificada por la caridad, une a los miembros de un Instituto en un mismo testimonio y en una misma misión, aun respetando la propia individualidad y la diversidad de dones.

En la fraternidad animada por el Espíritu, cada uno entabla con el otro un diálogo precioso para descubrir la voluntad del Padre, y todos reconocen en quien preside la expresión de la paternidad de Dios y el ejercicio de la autoridad recibida de Él, al servicio del discernimiento y de la comunión.

La vida de comunidad es además, de modo particular, signo, ante la Iglesia y la sociedad, del vínculo que surge de la misma llamada y de la voluntad común de obedecerla, por encima de cualquier diversidad de raza y de origen, de lengua y cultura.

Contra el espíritu de discordia y división, la autoridad y la obediencia brillan como un signo de la única paternidad que procede de Dios, de la fraternidad nacida del Espíritu, de la libertad interior de quien se fía de Dios a pesar de los límites humanos de los que lo representan.

Mediante esta obediencia, asumida por algunos como regla de vida, se experimenta y anuncia en favor de todos la bienaventuranza prometida por Jesús a « los que oyen la Palabra de Dios y la guardan » (Lc 11, 28). Además, quien obedece tiene la garantía de estar en misión, siguiendo al Señor y no buscando los propios deseos o expectativas. Así es posible sentirse guiados por el Espíritu del Señor y sostenidos, incluso en medio de grandes dificultades, por su mano segura (cf. Hch 20, 22s).

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